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viernes, 9 de enero de 2015

Los Reyes Magos o el aprendizaje de la (des-) ilusión


Hace mucho tiempo, casi cuando yo creía en los Reyes Magos, en un programa de Canal Sur sobre los Reyes, en las preguntas del público alguien preguntó indiscretamente: ¿cuando se les debe decir a los niños que los Reyes son los padres?.  Dado que había niños a la escucha  contesté a los padres: Los niños viven en el mundo de la ilusión y de la magia, en ese mundo hay muchas cosas que son verdad para ellos y las creen a pies juntillas. Poco a poco el niño va pasando a percibir el mundo real, donde los padres no lo pueden todo, donde hay cosas que les duelen, donde hay amigos que no son tan amigos y hay profesores exigentes que les parecen injustos. Los padres estamos para ayudarles a pasar desde el mundo de la ilusión, donde todos sus deseos son posibles,  al mundo de la realidad, donde hay cosas que no coinciden con sus deseos o hay que esperar algún tiempo para que se cumplan, pero nunca serán iguales a cómo las deseamos.

En ese momento los padres podemos explicar que los Reyes Magos, somos los padres, pero no somos mágicos, no podemos hacer y comprar todo lo que ellos quieren. Hay cosas que les podemos dar, pero las cosas que NO les damos es porque no podemos (razones legales, de costumbres de cada familia, económicas) pero les damos  cariño, estando cerca de ellos, acompañándoles en la desilusión que les causamos, y comprendiendo su desilusión. En la medida en que aceptemos esta desilusión podremos conservar siempre la ilusión mágica primitiva y nos podremos ilusionar con todos los proyectos que podamos construir en nuestra vida.

En algún libro, Winnicot decía que la función de la madre es “desilusionar al hijo”  hacerle ver que hay cosas que él espera y que la madre no le puede dar.  Es decir la madre le da y no le da. Le da en el sentido que está siempre ahí, a su lado dispuesta a dárselo todo, y no le da en cuanto que no le da todo “exactamente como lo espera el niño”. El niño espera una cosa y la madre le da otra; o lo que es lo  mismo no le da lo que espera, lo frustra, pero a la vez que lo frustra  está ahí, queriendo dárselo todo. La Madre tiene que combinar la presencia ante su hijo y la ausencia. El hijo debe disfrutar de la presencia de la madre, soportar su ausencia para volver a gozar de nuevo con la presencia. Solo así la Madre podrá estar presente durante su ausencia y el hijo podrá tenerla presente cuando está ausente.

La madre interna, está presente de otra manera. Es una madre distinta de la real, depende de cómo el hijo la ha ido haciendo suya, interiorizándola. De esta forma cada hijo tiene una imagen diferente de su madre, y es esa madre la que lo va a acompañar durante toda su vida. Cuando la madre está ausente, siempre está la madre interiorizada. A veces esta imagen de la madre está muy distorsionada: o deteriorada o idealizada y es fuente de muchos trastornos psíquicos.



Pedro Jiménez Planas, Psicólogo, Psicoanalista. 

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