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jueves, 16 de octubre de 2014

19 de Octubre. Día Internacional contra el cáncer de mama


Cuando hablamos de cáncer lo primero  que se nos viene a la mente es el miedo a la potencialidad de la muerte y  la dureza de los tratamientos. Si nos centramos en el cáncer de mama además, tenemos la imagen de una mujer que ha perdido el cabello y lleva un pañuelo o peluca. Y esto es también lo primero que piensan las mujeres cuando son diagnosticadas de cáncer de mama que se van a enfrentar a largos y duros tratamientos  con la idea social generalizada de que lleva a la muerte.

Es cierto que la noticia provoca experiencias afectivas muy agudas como  miedo   ira, angustia y/o tristeza, a las que se unen las preocupaciones por no poder llevar a cabo las responsabilidades diarias y la culpa por provocar la infelicidad en tu familia. Dos de estos sentimientos necesitan una atención especial, el miedo y la culpa. Ambos deben tener un espacio y un tiempo para abordarlos ya que muchas personas los mantienen ocultos por mucho tiempo.

Los especialistas encargados de todo el proceso de diagnóstico y tratamiento aportan apoyo desde el primer momento, pero éste no es suficiente en la mayoría de los casos, es un apoyo general, igual para todo el mundo y ofrecido en el poco tiempo que tienen para atenderles en las consultas, donde lo fundamental es atajar el problema físico.

Existe la creencia popular , avalada por estudios científicos sobre el ajuste psicológico y las defensas, de que las personas que toman su enfermedad con optimismo obtienen mejores resultados en el proceso de curación. De ahí, que todo el mundo te aconseje que estés optimista y con buen ánimo para ponerte buena cuanto antes. Pero ¿cómo se vuelve una optimista de pronto?, no basta con decirlo, hay que sentirlo, hay que vivirlo, hay que estar convencida de que es posible. Es aquí donde la ayuda psicológica  se hace fundamental para aprender a ser más optimistas, aceptar el pesimismo y afrontar el realismo.
Hay varios trabajos realizados a lo largo de los años que apoyan la idea de una intervención más específica  y personalizada para cada paciente, centrándose en dos grandes áreas:
Cómo afrontar todo el proceso médico- diagnóstico, pruebas médicas, intervención quirúrgica, tratamientos…
Cómo afrontar los cambios de imagen provocados tras todo el proceso.
Podemos encontrar varios puntos básicos sobre los que tiene que desarrollar el trabajo el terapeuta. El primer trabajo del profesional de la psicología es conocer a la persona, sus emociones, sus sentimientos y pensamientos, los buenos y los malos, para saber en qué situación se encuentra y cómo poder ayudarla. La labor comienza con el trabajo de la expresión de las emociones.
Hay que tener en cuenta que estas mujeres tienen las emociones a flor de piel y, o bien las controlan durante un tiempo, o bien explotan en cualquier momento sin causa aparente. La terapia es un buen lugar para conocer cuáles son esas emociones y entrenar a expresarlas de forma adecuada, además obtendrá otro beneficio ya que la paciente no se sentirá presionada, ni juzgada, será un espacio y un tiempo para la expresión de las emociones con toda libertad  y seguridad, donde un profesional será quien acompañe esa ventilación de emociones. Esta expresión tendrá dos efectos principales: tranquilizar  a la paciente y a su familia al ver que ella está relajada.
Una manera de que la persona se sienta más integrada en todo el proceso es implicándola en la toma de decisiones sobre los tratamientos. Aunque muchas mujeres se encuentran desbordadas por toda la información, por las pruebas, por las consultas, por las visitas al hospital, hay que darles el tiempo necesario para que asimilen toda la información, que entiendan qué les está pasando y sean ellas las que tengan el mando sobre la enfermedad y no la enfermedad sobre ella.
Aceptar la enfermedad es el siguiente paso, aceptarla tal como es, despojándola de todos los mitos y falsas creencias, y sobre todo de todas las connotaciones negativas que la acompañan. Es cierto que esta enfermedad va a provocar cambios en nuestra vida, pero algunos cambios serán pasajeros y otros serán más duraderos. Ir poco a poco asimilando los cambios, aceptando las limitaciones, intentando aprender nuevas formas de hacer las cosas iremos poco a poco retomando nuestra vida cotidiana, las relaciones con la familia, con los amigos, incluso la vida laboral si la situación lo permite.
Por último, es muy importante trabajar la imagen corporal. Por un lado los cambios que provoca la quimioterapia, la alopecia es uno de los problemas más angustiosos a los que se enfrentan las mujeres. Y por otro la mastectomía que provoca un rechazo en la persona y en los familiares. El trabajo psicológico ayudará a la aceptación de estos problemas.
Debemos recordar a estas personas que aunque estén sufriendo por los tratamientos, éstos son para curarlas, no son sus enemigos. Pueden sentirse estigmatizadas porque su apariencia física ha cambiado  y las relaciones con su entorno social también, pero deben tener presente que  ellas son unas supervivientes   a una enfermedad larga y dura y que los cambios físicos que las marcan son precisamente los signos de que está superando su problema. Además, muchos de esos cambios son circunstanciales, pasado un tiempo todo volverá a la normalidad.
Este artículo quiere rendir un pequeño homenaje a todas aquellas mujeres que han tenido que enfrentarse a esta enfermedad y dar ánimos a las que se encuentran inmersas en todo el proceso terapéutico que aunque sea largo, duro y tortuoso, igual que ha tenido un principio, tiene un final. Además durante todo ese proceso tendrá la posibilidad de realizar un crecimiento personal que le llevará a afrontar la vida de una manera más positiva, a sentirse más dueña de sus actos sin las presiones sociales y personales.

María Victoria Mellado, Psicóloga.

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