En el trabajo terapéutico con el paciente, el director recibe la información a través de dos vías: la verbal y la corporal. Aunque suele haber cierta reserva por parte del director ante sus propias sensaciones el estar atento únicamente a las palabras y al sentido que puedan tener produce una desconexión de hemisferios y, por lo tanto, a la pérdida de una fuente de información muy valiosa. No se trata de dejarse llevar por las emociones sino “pensar a través” de ellas. En palabras de Rojas-Bermúdez: “la predominancia funcional de uno u otro hemisferio no acarrea el bloqueo del otro, simplemente pasa a encauzar el tipo de funcionamiento cerebral”.
En nuestra escuela consideramos el cuerpo como un elemento que permite detectar rápidamente lo que el paciente quiere trasmitir. La inhibición de lo corporal conduce a entender este material adjudicándole significados “a priori”. Nos valemos del cuerpo como un instrumento para recoger el material y luego descodificarlo. Se puede sentir temor, asco, rabia, etc. pero todo ese tipo de emociones informan de lo que está ocurriendo. El hemisferio derecho tiene la capacidad para procesar la información recibida a través de imágenes sensoriales y la labor del hemisferio izquierdo es efectuar su traducción a palabras Este proceso sería el circuito normal con el paciente.
Sin embargo, a veces, el material del paciente contacta emocionalmente con el del Director. En este caso, el director se guía por su propia experiencia y esta resonancia de contenidos le puede conducir a una mala práctica. En este sentido, aparece la función de la Supervisión, que se puede entender como una segunda descodificación más amplia, que facilitaría el pasaje desde un hemisferio al otro. Es decir, la Supervisión supone un espacio añadido más objetivo, sin tanta carga emocional, donde se puede realizar el relato de lo ocurrido con el paciente, cuál es su material, cual es el tuyo, qué es lo que se ha sentido, etc. La devolución de la Supervisión es una devolución del ambiente vía palabra. La Supervisión es ir al hemisferio izquierdo, lo que permite al terapeuta objetivar, enfriar, ordenar, clarificar, elaborar el propio material, comprender el vínculo terapéutico establecido y, sobre todo, mantenerse dentro del encuadre.
Amelia Coppel. Directora de Sicodrama.
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