En 2002 Miryam Soler me propuso que participara en unas jornadas
de Preparación para la Jubilación en la
Administración Pública, dando un taller sobre la jubilación y las relaciones de pareja en esta etapa de la vida. Los
grupos estaban formados por unos 20 asistentes, 10 funcionarios y sus acompañantes,
en la mayoría de los casos sus parejas. Han pasado doce años (cómo pasa el
tiempo) y unas cuarenta ediciones desde entonces. Resumir cuarenta ediciones en
un folio y media es tarea harto compleja así que he decidido hablar de mis
impresiones personales y profesionales.
La situación era la siguiente: dos horas para desarrollar los
posibles cambios psicológicos que se operan tras la jubilación y cómo se puede
ver afectada la pareja por dichos cambios,
20 participantes aproximadamente y la mayoría con mas años de matrimonio
que yo de edad. Como no, el reto tenía que venir de la mano de Miryam.
Así que me puse manos a la obra y empecé a recopilar toda la
información disponible de la “tercera edad” (por cierto odian esta expresión),
ciclo vital, el efecto “libro de la vida”, investigaciones sobre las fases de
la jubilación, envejecimiento activo, sexualidad y pareja en mayores de 65 etc.
Podía haber rellenado más de 40 PowerPoint muy lindos e
instructivos hasta que me puse en la perspectiva de ellos y me encontré con el
siguiente planteamiento “esta mujer no puede tener más de treinta (aunque se
conserva muy bien por cierto), por muy psicóloga que sea me va a decir a mi lo
que es hacerse vieja, después de todo lo que llevo pasado en mi vida y que
puede pasar con mi marido si llevo 30 años levantándome a su lado………..”. Vaya
plan se acabó el PowerPoint, con lo cómodo y seguro que me parecía. Y ese era
justo el quid de la cuestión, yo ya había comenzado mi formación en psicodrama
por aquel entonces y descubrí que tenía miedo. Miedo de que los mayores (muchos
de ellos con corbatas) no se prestaran a participar en un taller con
metodología psicodramática, esto es, participativo, exponiéndose con sus cuerpos
a la hora de hacer imágenes etc. Tenía miedo de que me pusieran pegas, que se
negaran a colaborar y que yo acabara llorando en el cuarto de baño. Tenía
prejuicios y el tiempo me ha demostrado que no podía estar más equivocada. Sin
duda, la mejor lección de estas jornadas para mi, ha sido que el psicodrama (en
este caso el psicodrama didáctico) ha resultado ser una metodología impactante
( se han quitado “las corbatas”) que mis miedos eran míos, que cuando un
director está seguro de lo que hace y confía plenamente en la técnica los
pacientes, clientes, participante y/o usuarios también confían.
La técnica más habitual que he usado en estas cuarenta ediciones
ha sido la “construcción de imágenes grupales”, paso a explicar cómo se lleva a
cabo y después comentaré porqué la consideré pertinente. Se divide al grupo en
subgrupos (con veinte asistentes suelo hacer unos cuatro), se les pide que se reúnan
entre ellos y que lleguen a un acuerdo para construir una escultura, en este
caso la escultura tiene que representar “la jubilación”. Ellos son los
escultores y a la vez la escultura. La técnica de imagen funciona como un
distractor del yo y permite que afloren más contenidos que con la palabra, y al
hacerlas en grupo se sienten menos expuestos porque el protagonismo se diluye.
Además te permite observar como funciona cada grupo, esto es quién aporta
ideas, quién se mantiene al margen, quién se opone a todo, quién organiza al
grupo… Partiendo de esta consigna inicial, la imagen de la jubilación, puedes
elegir entre múltiples opciones según va demandando cada grupo, la imagen
ideal, la temida, la intermediaria etc.
Después de la construcción pasábamos a la etapa de eco grupal
dónde el grupo participaba comentando las imágenes y los contenidos que habían
surgidos en ellas. En este momento podías comprobar si la comunicación se
producía entre ellos o si todavía me miraban a mi cada vez que intervenían,
esto es, te permitía comprobar si el grupo estaba caldeado o no. Los contenidos
que se trataron en estas jornadas fueron numerosos pero hubo temas protagónicos
como la pérdida del rol profesional, las adaptaciones en la pareja en esta
etapa, la enfermedad y la muerte, la irreverencia como actitud vital (para lo
que me queda en el convento…….). Es aquí donde tenía especial cuidado en no
traspasar los límites y salirme del encuadre, en palabras de Rojas “todo lo que
no es encuadre es perversión”, habíamos acordado un taller didáctico que no
vivencial así que no podía ahondar en contenidos personales, había que parar a
tiempo y si notaba a la persona desbordada le ofrecía la posibilidad de hablar
conmigo después del taller por si necesitaba recibir psicoterapia en un
contexto reglado.
Por último y viendo que sobrepaso el límite de carillas
establecido quería enumerar algunas impresiones que me llevo muy dentro:
1.
El
psicodrama funciona.
2.
Lo
maravilloso que ha sido acercarme a una población (mayores de 65) que no era
habitual para mi, ni en consulta ni en formación por su rica experiencia vital
(más sabe el diablo por viejo que por diablo).
3.
Que el
cometa Halley de las parejas existe, un evento raro pero real. Sólo una o dos
como sumo pero en todos los talleres he encontrado “esas parejas Halley” que
después de 30 años se aman se quieren y se desean.
4.
La
alegría y el humor a la hora de encajar las heridas narcisistas de la vejez.
5.
Que se
puede seguir haciendo el amor con 65 y algunos afirman que todos los días.
Después de esto que más se puede decir...
Lola Quesada Bueno. Psicóloga
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