Miles de refugiados llegan a diario a tierras europeas buscando una vida lejos de la guerra y el terrorismo que asola sus ciudades. Este actual fenómeno migratorio ya ha sido calificado como la mayor crisis de refugiados a la que se enfrenta Europa desde la ocurrida en la Segunda Guerra Mundial. A diario cientos de noticias inundan los medios de comunicación relatando, en el mejor de los casos, la llegada a nuestro continente de refugiados procedentes de Oriente Próximo. Sin embargo, en un gran número de ocasiones estas personas no logran llegar a suelo europeo sino que perecen en la travesía debido a que sus embarcaciones naufragan antes de llegar a las costas. Lo realmente preocupante es que la comunidad internacional no sepa dar respuestas al drama humano que cada vez ocupa mayores dimensiones y tiene tintes de convertirse en uno de las peores catástrofes humanas de la historia.
Más allá de los números, los refugiados son personas desplazadas que no escogen la opción de huir sino que se han visto obligados a tomar esta decisión, con el sufrimientos psicológico y emocional que eso conlleva. Renuncian absolutamente a todo(excepto a su vida) y en la mayoría de los casos, la guerra que se desarrolla en su país natal conlleva a la desintegración del núcleo familiar, ya sea por muerte de algunos de los miembros debido a cuestiones bélicas o por el mero hecho del desplazamiento y éxodo de sus integrantes. La vida del refugiado conlleva asimismo desconocimiento de lo que va a suceder y una falta de control total sobre la propia situación que se esta viviendo, así como una pérdida de los roles familiares y sociales que se habían adoptado hasta entonces.
Todo esto es caldo de cultivo para desarrollar trastornos psicológicos ya que esta situación posee todas las características para calificarla como traumática.
Entre los factores que hacen que esta situación sea especialmente traumática se encuentra que los refugiados experimentan acontecimientos caracterizados por muerte y amenazas tanto para su integridad física como para la de su entorno que son vividos con temor, desesperanza y horror intenso. El refugiado no sólo puede hacer frente a su propia muerte sino también a la muerte de su país, de su hogar, y en general de la sociedad en la que estaba inmerso hasta ese momento. También el hecho de que la situación vivida no forme parte de las experiencias humanas habituales y que sea una guerra creada por el ser humano de manera intencional hace más traumático este evento, así como que la persona se vea inmersa en una situación de guerra y violencia que emerge de forma brusca, inesperada e incontrolable y que, al poner en peligro su integridad física y psicológica genera sentimientos de indefensión. Todas estas características hacen que la experiencia vivida por los refugiados genere un profundo impacto a nivel psicológico y emocional que puede derivar en un TEPT(Trastorno de Estrés Post-traumático). De hecho casi la mitad de este colectivo sufre este trastorno que les lleva a revivir intensamente las experiencias traumáticas una y otra vez viéndose de nuevo inmersos en esas vivencias anteriormente experimentadas. Los refugiados que presentan este trastorno también tienden a evitar estímulos y situaciones asociadas al evento estresante y presentan síntomas de hiperactivación que les hace estar en un estado de alerta.
No obstante, a pesar de haber vivido esta situación no todos los refugiados experimentan TEPT, esto se debe a diversos factores de protección o vulnerabilidad característicos del sujeto y de su entorno previos al trauma que pueden protegerle o vulnerabilizarle para desarrollarlo. De este modo, los refugiados que tenían tendencia a evitar nuevas experiencias y presentaban un tiempo de adaptación lento y un locus de control externo presentarán mayor vulnerabilidad para desarrollar un trastorno de estrés post-traumático que aquellos que tienen locus de control interno y capacidad de resiliencia. Igualmente los factores sociales son esenciales para actuar como factores protectores o de riesgo ante el trauma: apoyo y protección familiar, social o institucional actuarán como protectores de la posibilidad de desarrollar este trastorno en este colectivo.
En definitiva, aunque no todos van a desarrollar un trastorno psicológico gran parte de los refugiados sí lo hará y se hace necesario tratar las secuelas psicológicas que pueden cronificarse y afectar seriamente al funcionamiento personal y social de estas personas. Por tanto, se torna esencial que los refugiados dispongan de apoyo y atención psicológica para curar sus heridas internas, cicatrizarlas y poder seguir adelante.
Pilar Díaz Quintana. Psicóloga
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