RESUMEN
El artículo intenta plantear la eficacia de la metáfora
como instrumento terapéutico en sicodrama. Partiendo de la idea de que nuestra
conceptualización de la realidad no se produce a través de un lenguaje pre-dado
sino que es la naturaleza metafórica del lenguaje la que estructura nuestra
cognición y percepción de la realidad.
PALABRAS
CLAVES
metáfora, sicodrama, imagen, lenguaje metafórico
INTRODUCCION
El objetivo del trabajo es mostrar la instrumentación con
fines terapéuticos de las ideas desarrolladas por Lakoff y Johnson (1995) en
relación a la Metáfora.
Hasta casi la década de los 80 la metáfora no ha tenido
cabida en la ciencia. La metáfora estaba reducida a los aspectos emotivos del
lenguaje. Carecía totalmente de significación empírica; no decía nada del
mundo. Esta idea parte de que la conceptualización de la realidad viene modelada
por la estructura del lenguaje, independiente de nuestra actitud perceptiva y
cognitiva.
Últimamente, el estudio de las metáforas, los modelos y
las analogías ha pasado a ser un área nueva en torno a la ciencia. Las
metáforas han empezado a ser estudiadas como recursos de conceptualización y
organización de la experiencia.
Lakoff y Johnson (1995, 39) consideran que: “nuestro
sistema conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente
de naturaleza metafórica…Nuestros conceptos estructuran lo que percibimos, como
nos movemos en el mundo, la manera en que nos relacionamos con otras personas”.
El punto de referencia para comprender la percepción no es un mundo pre-dado e independiente del
perceptor sino su propia estructura sensorio-motora.
La esencia de la metáfora es entender y experimentar un
tipo de cosas en términos de otra. Uno de los ejemplos que utilizan estos
autores es que entienden una discusión como una guerra. Lakoff y Johnson (1995,
40) “aunque son cosas de diferente tipo, discursos verbales y conflictos
armados, una discusión se estructura, se piensa, se ejecuta y se describe en
términos bélicos”. Por ejemplo, como contrincante es muy hábil, debemos
conseguir una alianza, se mete en mi terreno, ataquemos sus puntos débiles,
etc. Consideran que si imaginamos una cultura que, en vez de, de la metáfora de
la discusión como un conflicto bélico tuvieran la metáfora de la discusión como
una danza, los individuos de esa cultura tendrían una experiencia muy diferente
de las discusiones.
Johnson ((1991) en su libro “El cuerpo en la mente”
analiza que nuestro sistema conceptual es de naturaleza imaginativa y que la
estructura de la imaginación surge de la experiencia corporal. Según Johnson, hay dos tipos de estructura
imaginativa y corporeizada que son fundamentales para nuestra comprensión: los
esquemas de imágenes y las proyecciones metafóricas.
Johnson cree que, en principio, la comprensión de nuestra
experiencia se estructura metafóricamente a partir de esquemas básicos de
imágenes. Los “esquemas de imágenes” son los patrones que se forman a partir
del movimiento corporal, la manipulación de objetos y las interacciones
perceptivas sin los cuales nuestra experiencia sería incomprensible, es decir,
se originan en la experiencia corporal. Jhonson (1991, 85) concibe los esquemas
como “estructuras para organizar nuestra experiencia y nuestro entendimiento”.
Proporciona varios esquemas espaciales, como el esquema DENTRO-FUERA, ARRIBA-ABAJO,
DELANTE-DETRÁS, etc. La captación de estos esquemas tienen como referencia
nuestro cuerpo en la medida que se orientan espacialmente. Por ejemplo,
aprehendemos el esquema DENTRO-FUERA porque nos pasamos parte del día metiendo
cosas en nuestro cuerpo o sacándolas, salimos y entramos de habitaciones,
coches, etc., ponemos dentro y fuera cosas de diferentes receptáculos..... El
concepto de ARRIBA tiene que ver con nuestra postura erecta en relación con el
campo gravitacional en el que vivimos.
“Las proyecciones metafóricas” son ampliaciones de los
esquemas físicos a otros no físicos. Como la correlación que existe entre
emociones (Felicidad/Tristeza) y experiencias sensorio-motoras (postura
erguida/caída) que constituyen la base de conceptos metafóricos como Feliz es
Arriba y Triste es Abajo. Estas proyecciones básicas permiten extensiones
metafóricas de los esquemas de imágenes. Por ejemplo, el esquema Dentro-Fuera
se amplía metafóricamente a: “me doy por vencido, abandono la carrera” (carrera
como receptáculo que sales) o “me gusta ese club voy hacerme socio” (club como
receptáculo que entras). La proyección puede ser mucho más abstracta como:
“estoy en desacuerdo” (salir del acuerdo).
La teoría cognitiva que formula Varela (1992) es acorde
con la perspectiva de estos autores, considera que la cognición es acción corporizada.
“Corporizada” en dos sentidos “primero que la cognición depende de las
experiencias originadas en la posesión de un cuerpo con diversas aptitudes
sensoriomotrices; segundo, que estas actitudes sensorio-motrices están
encastradas en un contexto biológico, psicológico y cultural más amplio”
(Varela, 1992, 203).
Desde mi punto de vista, la tesis más interesante de Lakoff
y Johnson (1995) es que las metáforas no solo son formas adecuadas y económicas
de expresar nuestro conocimiento; (sino que) más bien son nuestro conocimiento
y comprensión de los fenómenos. Esta idea me ha llevado a pensar que si el
conocimiento del mundo y de nosotros mismos y, sobre todo, la interacción de
ambos son de naturaleza metafórica, sería muy interesante empezar a investigar
las metáforas personales de los pacientes. Es decir, me ha interesado la
posibilidad de utilizar las estructuraciones metafóricas personales y
culturales como instrumento de trabajo en Sicodrama.
LENGUAJE
SÍMBOLICO Y LENGUAJE METAFÓRICO
El lenguaje que usamos es un lenguaje simbólico sin
significado propio, ajeno a nosotros y dado desde fuera. Está muy extendida la
convicción de que las oraciones y las palabras tienen significados en sí mismas
independientemente del contexto y del hablante. Sin embargo, el significado es
siempre significado para una persona o comunidad. En sí mismas las palabras no
tienen significado, sólo lo tienen para las personas que las utilizan a fin de
significar algo.
Es evidente que sin lenguaje estaríamos sumidos en un
mundo de imágenes muy perturbadoras. Sería un caos. El lenguaje produce un
orden.
Sin embargo, también es cierto que hay que llamar la
atención sobre las confusiones del lenguaje simbólico. La dificultad
fundamental es que el significado encerrado en las palabras no significa lo
mismo para todos. Ahí está para demostrarlo, por ejemplo, las metáforas, los
dichos, los giros, los refranes, etc. que son usados personalmente con diversos
sentidos y que llevan a opciones de acción muy distintas . He comprobado esta
idea numerosas veces en los grupos, he solicitado a cada miembro que
representase con personas (imagen sicodramática) un refrán, nunca han hecho dos
imágenes iguales y lo más llamativo es que al hacer los soliloquios cada uno
referenciaba esa escena a su propia vida. En
este sentido, el lenguaje metafórico es un tipo de lenguaje en el que el
individúo está implicado. Este lenguaje metafórico es un lenguaje que tiene
sentido para nosotros porque tiene que ver con nuestra experiencia corporal.
Nuestras metáforas estructuran lo que percibimos, es
decir, se actúa en consecuencia con nuestro sistema metafórico. Una paciente me
dijo: “ la dificultad está en tener que usar las palabras de todo el mundo para
expresar algo que es único para mi”.
Cada vez me viene más la idea de que, en alguna medida,
la dimensión simbólica del lenguaje es como una realidad virtual. Según Szasz
(1994), hablar es una forma más complicada de ver, tocar o abrazar.
Conocer el significado de una palabra no es, literalmente
hablando, conocer alguna realidad. El supuesto de que la palabra “se ciñe al
mundo” es insostenible. Hilary Putnam (1995) pone un ejemplo sobre este punto
que me parece esclarecedor. Cuando preguntamos a alguien qué diferencia existe
entre un olmo y una haya, estamos suponiendo que la persona tiene una
representación mental diferente para cada árbol. Sin embargo, podemos comprobar
que muchas personas no conocen realmente estos árboles, lo que significa que,
en realidad, no tienen ninguna imagen concreta de ellos. A pesar de esto, todo
el mundo asegura que el olmo y el haya son especies de árbol diferentes. Lo que
esto nos indica es que para estas personas la única diferencia entre un
olmo y una haya es que una especie se denomina “olmo” y la otra especie se
denomina “haya”. Es decir, distinguen una especie de otra simplemente porque
cada especie tiene un nombre distinto. Al final parece que lo que realmente
conocemos no es tanto “el mundo real” como “el mundo virtual de las palabras”.
En resumen, lo que nos hace conocer “la realidad”, en
definitiva, no es el lenguaje, sino nuestro cuerpo en su interacción con el
mundo. Esta experiencia corporal del mundo estructura nuestras percepciones y
después nuestros significados. El lenguaje tiene poco que decir de nuestra
realidad interna. El hecho de conocer palabras no asegura conocer el mundo. Y
aún en mayor medida si tomamos las emociones. Traducir las emociones a palabras
es una tarea muy complicada y si se consigue, las palabras son muy pobres
comparándolas con la riqueza de lo que se siente.
LA METAFORA
CREA UNA NUEVA REALIDAD.
Según Lakoff y Johnson, las metáforas nos hacen percibir
el mundo en unos determinados términos, mientras que otras posibilidades quedan
excluidas. En cualquier situación estructurada metafóricamente se destacan
ciertas características y se ocultan otras. Si conseguimos resaltar los
aspectos suprimidos, la metáfora se va a modificar pudiendo proporcionarnos una
“nueva comprensión” de nuestra experiencia. Esto se produce porque los
nuevos aspectos de la metáfora van a otorgar nuevos significados a nuestras actividades
pasadas así como a las cotidianas.
La metáfora tiene más poder para crear realidad que para
conceptualizar simplemente una realidad preexistente. Esta idea se apoya en que
la metáfora estructura nuestro sistema conceptual y por tanto, influye en
nuestra percepción del mundo y en nuestras acciones.
Vamos a pensar en el parto y en cómo la metáfora
subyacente, en cada cultura, estructura el sistema perceptual y conceptual de
esa experiencia. Por ejemplo, en nuestra cultura la metáfora es “parir es un
castigo” a partir de la maldición bíblica. Por ello, estructuramos esa
experiencia como dolorosa. Para la mayoría de las mujeres los partos son
dolorosos y son aceptados como tales. Nuestra cultura ofrece “los partos sin
dolor” a través de anestésicos. Esta solución es coherente con la metáfora. Sin
embargo, Levi- Strauss menciona el texto de un canto de la tribu de los cuna
(República de Panamá) cuyo objetivo es ayudar a un parto difícil. Este tipo de
parto se explica porque Muu, la potencia responsable de la formación del feto,
se ha apoderado del alma de la madre. El canto consiste en la búsqueda del
alma, que tras una lucha será restituida por el chamán y sus espíritus
protectores por un lado, y Muu y sus hijas por otro. Vencida Muu deja libre el
alma de la madre. Entonces tiene lugar el parto. La metáfora que subyace en
esta tribu es “Parir es una lucha”. Es decir, la metáfora constituye la
experiencia del parto como una lucha en vez de como un castigo. La técnica del
canto hace coherente esa experiencia constituyéndola metafóricamente y
resituándola en un sistema en el que tiene sentido. Ni la mitología del chamán
ni la nuestra corresponde a una realidad objetiva, sin embargo, lo importante
es que la madre cree en esa realidad y es miembro de una sociedad que también
cree en ella. La realidad que se vive en cada cultura en relación a un parto es
completamente diferente en función de la metáfora correspondiente.
METAFORA E
IMAGEN
El pensamiento metafórico es el proceso por el que se
reconoce una conexión entre dos elementos aparentemente no relacionados entre
sí. Se ha descubierto que estas conexiones entre partes separadas son
establecidas por el hemisferio derecho. El hablar de Metáfora en Sicodrama no
es nada nuevo. Rojas Bermúdez utiliza formas metafóricas constantemente cuando
trabaja. Sin embargo, es el enfoque de Lakoff y Johnson y, sobre todo, la
reflexión que este ha desencadenado lo que me ha permitido comprender el trabajo
de nuestra escuela en términos de metáfora. Cuando a un paciente se le da la
consigna: “ coloca a tu familia como si fuese un sistema solar” se le está
sugiriendo que trabaje sobre la familia a través de una “metáfora astrológica”.
Creo que trabajar en el “como sí” sicodramático es trabajar metafóricamente.
Cuando el director elige un dicho muy sentido lo que intenta es tomar una
metáfora del paciente y convertirla en una imagen sicodramática. La imagen es
la esencia de la Metáfora porque lo que se busca con la Metáfora es una forma
sintética. Con todo, lo fascinante es que en Sicodrama se va mucho más allá de
lo metafórico, en el sentido de que la metáfora se dramatiza y se vivencia, se
hace y se siente. Después al construir la imagen de la metáfora aparece la
comprensión global emergiendo un nuevo sentido. Rojas Bermúdez siempre repite
que la imagen ofrece una comprensión o intuición completa de lo buscado.
Recuerdo una paciente que siempre me hablaba de que todos
sus problemas se debían a que su madre era una ignorante. Finalmente
cuando le pedí esa imagen colocó a la madre de espaldas a ella y mirando a los
otros miembros de la familia. Ahí se hizo evidente que la ignorancia de la
madre no era de conocimientos sino de que la ignoraba a ella. Debido a
esta ignorancia la paciente había sido objeto de abusos sexuales por parte de
un vecino. En este caso se mezclaban las palabras ignorancia y conocimiento en
dos niveles diferentes. La madre no tenía conocimiento de lo que le
estaba pasando a su hija. Para mi, antes de hacer la imagen de ignorante la madre
era una analfabeta, para ella, su madre no había estado atenta. Si se hace una
imagen del conflicto esa imagen puede ser leída a nivel metafórico. O al revés,
podemos tomar la metáfora del conflicto y hacer su imagen. Es la idea clásica
de Rojas- Bermúdez, a la misma forma darle otros contenidos o un contexto
diferente. Este autor sugiere el pensar siempre en varios niveles a la vez. Por
ejemplo, la imagen del aparato digestivo de una anoréxica puede verse como su
vagina porque mientras que en un caso lo que se introduce es comida, en el otro
es el pene . En un lado se engorda, en el otro se puede quedar embarazada. Si
un síntoma corporal es como un lenguaje sin palabras, se puede entender como
una metáfora de otra cosa. La manera de conseguir su traducción es por medio de
una imagen. La imagen sicodramática tiene mayor similitud con lo que representa
que la palabra. Si me retuerzo de dolor tocándome el estómago esta postura se
parece más a lo que me pasa que la frase “me duele el estómago”. Todas las
imágenes pueden tener sus metáforas y todas las metáforas se pueden convertir
en imágenes. En mi opinión, lo importante de trabajar en sicodrama con metáforas
son las imágenes que subyacen en ellas. La imagen sicodramática es una forma
que se construye en el escenario y
permite desenmascarar el contenido oculto de la palabra. El trabajo con
palabras lleva implícito que podemos estar entendiendo mal la estructura que el
otro comunica. La imagen, en cambio, permite ver el significado que lo
contiene. La imagen da una visión simultánea que posibilita ver la estructura
de las relaciones entre las partes.
LA METAFORA
DE LA “LOCURA”
Extrapolando la teoría de Lakoff y Johnson al campo
terapéutico, nos encontramos que los pacientes, como cualquier persona, tienen
sistemas metafóricos para comprender su realidad. Al mismo tiempo los
terapeutas tienen sus propias metáforas de los problemas de los pacientes. Cada
terapeuta tienes una estructura metafórica básica para comprender la locura.
Puede ser una metáfora cultural o personal o una fusión de ambas. La relación
terapéutica se basa en la interacción de estos dos sistemas metafóricos.
Puedo ejemplificar este punto con algunas definiciones
habituales sobre el “loco”: no percibe la
realidad, ve cosas que no ocurren, todo lo explica desde su visión, no tiene una panorámica de las situaciones, solo ve lo que quiere ver, no puede ponerse en el punto de vista del otro, no se ve a sí
mismo, etc.
Todas las definiciones apuntan a la vista. En este caso,
la metáfora es “la locura es una ceguera”. Si como terapeuta pienso que el
“loco es un ciego” voy a intentar devolverle la vista. Si la metáfora propia
del loco es que él está sordo, algo va a ir mal. Quiero decir, que si un
terapeuta estructura la locura mediante la metáfora de la ceguera esta metaforización
va a influir en su percepción, diagnóstico, tratamiento... Este tipo de
vinculaciones van a constituir su captación de la situación de locura. En
definitiva, nuestra metáfora de la locura va a producir una selección de datos
y va a suprimir otros.
Cada individuo tiene una estructuración metafórica que le
ordena su experiencia. Una gran parte depende de su cultura y otra es propia de
él mismo. El hombre construye constantemente metáforas personales que hagan
coherente su historia pasada, su hacer presente y sus metas futuras. El
objetivo del trabajo terapéutico apuntaría a que el paciente tomase conciencia
de sus metáforas y cómo condicionan el sentido de su vida. En general, actuamos
en consonancia con nuestras metáforas. Mi intención como terapeuta no es
“vender” mi metáfora al paciente sino clarificar sus metáforas presentes o
ayudarle a buscar metáforas alternativas que le permitan una comprensión
diferente. Las metáforas nuevas tienen la capacidad de crear nuevas realidades.
Si introducimos en nuestro sistema conceptual nuevas metáforas cambiará nuestra
visión y, en consecuencia , nuestras acciones.
Se trata de intentar comprender al “loco” y averiguar qué
estructura metafórica atribuye a su conflicto. Aunque el “mundo real” no cambia
a pesar de una nueva estructuración metafórica, el “loco” se relaciona después
con un mundo diferente. De alguna forma modifica su realidad.
La forma de trabajar las Metáforas en Sicodrama siguen
dos vías:
* Tomar la metáfora. Es muy habitual que las personas
hablen de sus conflictos a través de una metáfora. Esta metáfora es
transformada en una imagen sicodramática por el protagonista y, de esta forma,
vemos cómo comprende sus problemas. En mi opinión, el paciente no utiliza
solamente esa metáfora para comunicar sintéticamente su problema, sino que la
metáfora es la estructura de su comprensión del problema.
* Realizar una lectura metafórica de las imágenes del
paciente para que encuentre otras alternativas y alcanzar una mayor comprensión
desde otras perspectivas.
Por tanto, lo fundamental de este trabajo es intentar
pasar las metáforas a su imagen o que de la imagen surja la metáfora. De este
modo, al movernos con las formas los contenidos del terapeuta se alejan. El
hablar solamente sobre las metáforas sin trabajarlas con imágenes no evita que
el terapeuta esté funcionando con sus propios significados. Únicamente el
propio individuo tiene los códigos de su forma.
LA METAFORA
DE JORGE: JUGAR AL TENIS
El motivo de consulta de Jorge era el proceso de ruptura
de su relación de pareja. Ruptura que no se había llevado a cabo totalmente.
Llevaban un año con llamadas, encuentros, reproches e intercambios de objetos
personales (ej.: dame mis fotos, toma el jersey que olvidaste, etc.).
La queja principal de Jorge, en relación a este juego,
era que él quería tener una conversación con ella para acabar definitivamente.
Sin embargo, su novia se negaba ya que, para ella, “acabar era dejarse de
hablar”. Jorge, por tanto, se veía envuelto en una paradoja porque aunque ella
no quería hablar, sí que entraba en el circuito de mensajes no verbales, comunicándose
de una manera u otra.
Jorge utilizaba constantemente una metáfora para hablar
de este proceso: “es como un partido de tenis”. Sus expresiones eran del tipo:
”llevamos un año peloteando”, “le he hecho varias dejadas”, “le tiro la pelota
en paralelo”, etc. . Esta metáfora le ayudaba a comprender la situación, a la
vez que le impedía salir de ella. La metáfora para Jorge oscilaba en el eje
“perder/ganar el partido”. Ganar el partido significaba hacer un smash para
conseguir que ella no pudiese “devolverle la pelota”. Jorge le tiraba
constantemente “bolas” y ella, solo de vez en cuando, le devolvía una, lo que
alimentaba la continuación “del partido”. La “última pelota” que había devuelto
la novia fue mandarle por SEUR una serie de cajas con todos los regalos que él
le había hecho durante su relación. Acorde con su metáfora Jorge definía esta
última jugada de su novia como lo oportunidad de meterle finalmente el
match-ball . Por eso quería “jugar esta bola bien”, es decir, hacer algo
espectacular que derrotase a su novia definitivamente. Como, por ejemplo,
presentarse en su casa con todos los paquetes y obligarla prácticamente a la fuerza
a escucharle. Es decir, más o menos una “violación”.
Lo que me gustaría destacar es que la definición de la
relación a partir de esta metáfora es, precisamente, lo que conducía a Jorge a
mantener esta situación de no-ruptura indefinidamente, convirtiéndose en “un
juego sin fin”. Se presentaban dos opciones:
a) Buscar una metáfora alternativa que permitiese la
posibilidad de ruptura.
b) Trabajar otras vías que ofrece la misma metáfora.
En el caso de Jorge, él siguió la segunda opción. Esta
consistió en la búsqueda de una salida a partir de un cambio de eje dentro de
la metáfora. Jorge, como hemos dicho, se movía en el eje ganar/perder por lo
que sólo podía ganar, y con ello acabar el partido, si daba “el último
pelotazo”. La intervención consistió en que tomase en cuenta una alternativa
diferente: “otra forma de terminar el juego es salirse del juego”. Es decir,
intentar que Jorge se saliese del eje ganar/perder y entrase en el eje jugar/no
jugar lo que le permitía terminar el partido de otra manera. Como él mismo
admitió: “es verdad, acabar el juego es no seguir jugando. Tengo que quedarme
con la pelota”, Fue lo que hizo.
BIBLIOGRAFIA
Johnson, M. (1991). El
cuerpo en la mente. Madrid: Debate
Lakoff, G. y Johnson, M. (1995). Metáforas de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra
Levi Strauss, C. (1958). Anthopologie Structurale. París: Plon
Putnan, H. (1995). Representación
y realidad. Barcelona: Gedisa
Rojas-Bermúdez,
J. (1997). Teoría y técnica
sicodramáticas. Barcelona: Paidós
Szasz, T. (1994). El
mito de la enfermedad mental. Buenos Aires: Amorrortu
Varela, F. (1992). De
cuerpo presente. Barcelona: Gedisa