“Todo
se puso cuesta arriba, de pronto, me encontré ante una inmensa y larga escalera
que tenía que subir. Sus peldaños eran cada vez más altos, tanto que mis
piernas no los alcanzaban. Me vine abajo, me deprimí, no iba a ser capaz de
conseguirlo. Con la mirada fija en el suelo me sentí cada vez más desolada.
Pero de pronto algo me hizo levantar la vista y me di cuenta de que no estaba
sola, me di cuenta de todo el mundo que
me rodeaba, de todos los familiares y amigos que estaban en los tramos de
aquella larga escalera. Y todos, sin excepción, me tendían sus manos para
ayudarme a subir. Y entonces comprendí que aquel largo y tortuoso camino no lo
tenía que hacer sola, sentía su fuerza, su valor, su apoyo y, sobre todo, su
cariño. Todo eso me dio fuerzas y me animó. Levanté la cabeza y, sin dudarlo,
me agarré a sus brazos para tomar impulso y subir el primer peldaño. Y desde
entonces no he dejado de subir.”
Esta es la historia, la
bonita historia, que comentaba una paciente oncológica cuando se tuvo que
enfrentar al diagnóstico y tratamiento de cáncer
de mama. Y es que es cierto, refleja muy bien cómo se puede encontrar una
persona ante esta enfermedad. Sola,
lo primero que una piensa es que está sola, que es algo personal que tiene que
pasar y que los demás no pueden hacer nada.
En parte este pensamiento
es cierto, en parte no. Hay una frase que lo resume o sintetiza muy bien, está referida al duelo pero podemos
aplicarla aquí perfectamente. No olvidemos que el cáncer como cualquier otra
enfermedad no deja de ser un proceso de duelo.
“El duelo, el cáncer, es
un camino que ha de recorrerse sola, pero no en soledad”
La enfermedad, con todo
su proceso es algo personal, a cada una le hacen sus pruebas, su diagnóstico,
su tratamiento y tendrá unos efectos secundarios personales y diferentes. Todo
ese proceso es personal, es único y es de cada una. Pero no tenemos por qué
estar solas. Cada vez que tengamos que visitar al especialista puede
acompañarnos una persona. Las sesiones de quimio las puedes convertir en un
espacio de confidencias con tus amigos o familiares. Es un gran momento en el
que no puedes hacer nada, sólo
compartir el tiempo. Una buena conversación convertirá una situación negativa
en un tiempo positivo. Es tiempo para recordar,
para crecer, para compartir.
Podemos y, debemos,
aprovechar toda esa ayuda que se nos
brinda, no tener miedo en pedirla, no hacernos las fuertes. No ocultemos lo que
necesitamos porque seguro que estarán dispuestos a ayudarnos en todo lo que le
pidamos, aunque sólo sea una compañía silenciosa. Pensemos que muchas veces no
tenemos esa ayuda porque no saben qué pueden hacer, por eso lo mejor es pedir
lo que necesitemos.
Y no lo olvides, es un
proceso que debes pasar sola, pero no en
soledad.
María Victoria
Mellado. Psicóloga.
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